viernes, 2 de noviembre de 2012

DONDE NACE EL VIENTO.






Mucho tiempo ha tenido que pasar hasta que se han dado las circunstancias para poder juntarnos un buen puñado de amigos de las carreras por montaña. Ha sido en una de esas reuniones "deportivo gastronómicas" que suelen llamarse "quedadas o kedadas" (lo de la "qu" o la "k" va en función de lo intensa que vaya a ser la actividad física o la posterior actividad gastronómica a realizar).

Al final, casi todo llega y la "kedada" (nótese que va con "k" y por lo tanto es que seguro que ha habido intensidad en alguna de las actividades o más bien en las dos) la hemos realizado en uno de esos lugares cercanos al Moncayo, que para los de aquí, los del valle, tiene y tendrá un encanto especial, Talamantes. Puntualidad en la llegada y una marquesina de autobús a la entrada de la población, perfectamente aprovechada para un tempranero avituallamiento de chocolate caliente, lo que ya nos daba idea del nivel que íbamos a tener.

Diferente el recorrido elegido esta vez por Mario, enseñándonos lo que, inicialmente, quería haber sido la     " I carrera por montaña de Talamantes", si los permisos denegados y demás trabas no hubieran impedido este trazado original y obligado a alterarlo. Ascender a las Peñas de Herrera por donde siempre habíamos descendido, sorprende. Pero más nos ha sorprendido el vendaval, que no aire, barriendo ladera abajo este sendero. Qué fácil es jugar con los cuerpos, pararlos, empujarlos, balancearlos, al ritmo que el todo poderoso Eolo dispone.

Cruzar el collado de Las Peñas, nos sumerge en el mundo donde nace el viento, donde los equilibrios son necesarios para asegurarse la verticalidad. El bosque nos proporciona el refugio y la breve tranquilidad necesaria para recobrar la compostura y continuar en descenso hacia la vertiente de Añón. Nos adentrarnos  así, pausadamente, protegidos por el valle de Horcajuelo mientras lo recorremos en toda su longitud, alzando la vista para contemplar la Torre de la Morana y descubrir lo quebrado de las paredes de este valle. Conforme ascendemos hacia el collado de La Estaca, volvemos a quedar en manos del viento y del agua nieve, vamos cerrando el circulo. El Pico Morrón, con sus 1.725 m, aparece ya nebusqueado a nuestra derecha y la frase vuelve a salir, ".....ya que estamos aquí ¿porqué no subimos?"

Y lógicamente eso es lo que hacemos, subirlo. Si antes habíamos estado zarandeados por el viento, en la cima del Morrón quedamos a merced del vendaval. Disfrutamos, como críos, porque al final ¿qué somos?, simplemente un juguete con el que el viento se encuentra. Un juguete al que le gusta que jueguen con él. El juego se ha alargado durante 30 km, para hacer unos 1.700 m de D+.  Suficiente para justificar la segunda parte de la "kedada" en esa perfecta marquesina de Talamantes.

























Que sea con "qu" o que sea con "k", pero que se repita a no mucho tardar.










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